dimarts, de maig 02, 2006

Behobia-Donostia

Behobia-Donostia (1999)

Previamente...

En verano decidí que eso de correr por correr era un poco bestia aunque yo soy así ¿qué le vamos a hacer?

Empecé a entrenar con algo más de ahínco para participar en una carrera popular que hacen en mi pueblo (7 km). Participé y llegué con muy buen tiempo (para lo que corro yo, que tampoco es ninguna cosa del otro mundo).

No soy nada competitiva . O yo creo que no soy nada competitiva.

Decidí que iba a prepararme para la Behobia-Donostia porque me habían dicho que era algo fantástico... tenía ganas de hacerlo, así que lié al capi para que también se apuntara. Se ha estado preparando mucho más que yo desde que acabó el verano.

Para participar en una carrera de este estilo se necesita mucho fondo para aguantar (eso lo tengo) y tener los músculos preparados (de eso también tengo, pero aun no llego)

Lo mejor del fin de semana fue el viaje, que empezó con una comilona al lado de Marina y Ricard, en Pamplona. Un encanto de personas, eso es lo que son. Para haberlos conocido en Internet – me dijo J.Salvador – parecen estupendos... me costó convencerle de que en internet se encuentra gente maravillosa (también)...

Llegamos a Donostia, esa preciosa ciudad que siempre me llena de emoción. En invierno, en verano... da igual. Donostia “sería” mi ciudad si no lloviera tanto... yo , sin sol, no arranco.

Paseo por La Concha (eso sí, bajo la lluvia), tapeo por la ruta de los elefantes, visita al Kursaal... Yo, claro, soy una simple mortal. J.Salvador tiene la visión del arquitecto. Artísticamente hablando, a mí me encantó. Arquitectónicamente hablando, a él no le gustó nada.

El sábado fue un día precioso, siempre bajo la lluvia, pero encantados todos (íbamos con 4 amigos más).

Conocí a Josetxu Imaz, personaje que me fascinó: 68 años. Iba a correr la prueba cincuenta años después de su participación en 1949! Es decir: corrió por primera vez a los 17. Él es atleta, pero no es fondista. Suele participar en pruebas de veteranos de 400 y 400 m. vallas, ha logrado medallas en los europeos y mundiales, etc... Su mujer, Gloria Guerrero, también es atleta. Son encantadores!!!!

Cenamos con ellos, hijo, nuera, etc.etc. (otra vez de tapeo), cantamos, hablamos por los codos, ufffff... todo aquello que nunca debe hacer un atleta, según me dicen. Pero ¡que nadie nos quite lo bailado!

La carrera...
El domingo amaneció lluvioso. A las 7 de la mañana bajamos a desayunar. Mirábamos La Concha con nostalgia. No había ni un alma en ese momento y aquella playa desierta, con aquel paisaje tantas veces recordado tenía una fuerza mágica.

Yo no las tenía todas conmigo. La noche anterior había conocido a gente realmente válida y preparada y en esos momentos estaba muy desanimada, como si fuera a enfrentarme con algo a lo que no había dado la importancia adecuada. Pero me tragué mis impresiones y seguí adelante.

La federación pone al servicio de los corredores una serie de trenes que empiezan a funcionar a partir de las 8 de la mañana, así que fuimos andando hasta la estación, bajo la lluvia. Eso sí: chándal, canguro, paraguas...¡no nos faltaba nada! En el tren el ambiente era precioso. Se oía hablar en eusquera, en castellano, en francés, en catalán, en gallego (era una especie de torre de Babel en pantalón de deporte).

Llegamos a Behobia y el ambiente seguía caldeándose. Mi amiga Montse (ella sí que es de élite) empezó a entrenar, mientras yo tiritaba encogida como un animalillo perdido. Mi capitán estaba mucho más alegre que yo y también calentaba sus músculos bajo la lluvia. Finalmente reaccioné y empecé a hacer estiramientos hasta que consideré que estaba preparada “para empezar” (porque lo que es para terminar...)

A las 11 dieron la salida. Los minusválidos salen siempre antes, quince minutos más tarde salen los corredores con dorsal rojo (los de élite, entre los que se encontraban Josetxu ,su hijo, Gloria y Montse) y dos minutos más tarde salen todos los demás. Yo estaba dentro de la categoría de “todos los demás”. Preciosa categoría, teniendo en cuenta que éramos 11.000 personas.

Empecé de la mano del capitán, ya que empezaron a volar por los aires los plásticos con que la gente se cubría de la lluvia (yo aguantaba estoicamente con mi plástico) y lo más lógico era que alguien patinara, cayendo y pudiendo ser aplastado por la masa de gente que avanzaba atropelladamente para hacer su propia marca.

Al final del segundo kilómetro pude quitarme el plástico y se lo lancé alegremente a un niño que miraba y que lo pilló al vuelo. Seguía corriendo al mismo ritmo que el capitán (que no es mi ritmo) y entendí que debía bajar ese ritmo, pero me fastidiaba mucho que me fuera pasando gente, así que, erróneamente, aguanté los primeros 6 o 7 km. al mismo ritmo que él. Luego no pude más, tuve que aflojar y me quedé bastante atrás. La lluvia no cesaba, en esos momentos estaba completamente empapada, así que pensé “de perdidos, al río” y corrí con todas las fuerzas que yo tenía, viendo cómo me iba pasando olímpicamente (y nunca mejor empleada esta palabra) una extensa multitud.

La cantidad de personas que animaban a los lados de la carretera era impresionante. Oí de todo: - ¡Aúpa, neska! ¡Adelante, rubia! ¡Corre, niña! ¡Venga, venga, adelante!... todo el mundo, todo... gritaba a todos los corredores, siempre había quien te miraba directamente y se dirigía a ti personalmente, dando ánimos. Estaba emocionada.

Más o menos en el km. 11 me di cuenta de que me quedaba casi la mitad y que estaba totalmente agotada. Miré hacia atrás y vi que aún había muchísima gente detrás de mi. Eso me dio ánimos, pero entonces ocurrió algo que me hizo perder mucho tiempo. Se me desató un cordón de la zapatilla. ¡Mierda! Tenía las manos agarrotadas por el frío y tardé dos minutos por lo menos en atarme el cordón. Cuando me levanté, me había pasado muchísima gente, me había dado cuenta de que tenía un frío horrible y lo que es peor... había perdido totalmente el ritmo.

Desanimada, las lágrimas me caían sin quererlo, pensaba en la inutilidad de un esfuerzo semejante, y ni siquiera las personas que seguían gritando podían consolarme: pensé en abandonar, en quedarme en la carretera y esperar el autobús-escoba. Pensé, pues, en una retirada digna, antes de llegar hecha un desastre. Entonces empezó a dolerme la rodilla y yo pasé de ella.

Fue como milagroso: un grupo de franceses venía detrás de mi, a un ritmo lento, pero constante. Eran unos quince. Uno de ellos se me acercó, me cogió por la cintura y me llevó con él casi 200 metros. Me iba diciendo al oído: “vas a conseguirlo”, “lo haremos” “te esperaré y entraremos juntos” “yo te acompaño, no estás sola, adelante”...

Yo cogí fuerzas de no se sabe donde y pasé absolutamente de la lluvia, de mi rodilla y de mi malhumor anterior. Me concentré en continuar.

En el siguiente avituallamiento el francés cogió una botella de agua para mi pero con la lluvia y el frío yo no tenía sed.
-“Bebe”- me dijo – “El agua te hará bien, aunque estés empapada por la lluvia. Es agua por dentro lo que necesita ahora tu cuerpo” -Solamente bebí un pequeño trago, porque casi me obligó...

Entonces mi rodilla falló del todo. Pegué un brinco y tuve que parar. Con un sentimiento de frustración más grande que cuando sé que voy a suspender un examen, miré a mi salvador y le dije en castellano (que entendió perfectamente a pesar de ser gabacho) que se olvidara de mi y siguiera, o quedaríamos los dos en último lugar. Me miró como si yo fuera un gatito, me tiró un beso con la mano y se fue.

Continué desalentada, sin ganas, concentrada por lo menos en acabar. Iba pasándome gente a la que yo veía con unas caras de sufrimiento terribles y me imaginé la mía. Por unos momentos me entraron ganas de reir. Volví a ver las caras de la gente animándonos y entonces, no recuerdo por qué parte, creo que ya habíamos pasado el puerto de Passaia, así que sólo quedaban unos 5 km... entonces ocurrió algo que me impresionó mucho: aunque juegue a serlo, no soy nada guerrera. Nunca, jamás, podría estar a favor de ETA. ¡Nunca! Pues bien: en un momento dado, en no sé qué pueblo ni en qué recodo del camino, surgieron unos hombres y mujeres con unas pancartas colgadas de sus cuerpos, con fotos de etarras prisioneros, gritando bajo la lluvia unas frases que no entendí pero que deduje: eran padres y madres de esos etarras y pedían algo acerca de ellos.

Juro que me emocioné y empecé a llorar como una imbécil. Dicen que los sentimientos son como el sudor, que por sí solos no surgen. Algo tiene que hacerlos surgir. Pues así fue: me brotaron sentimientos contradictorios en un momento en el que físicamente ya no podía más...

A partir de entonces, mi único objetivo era llegar. Quedaban quizá 3 km. En circunstancias normales, esa distancia para mí es una nimiedad, pero claro, estaba hecha polvo, mi rodilla ya no respondía, mis zapatillas estaban absolutamente caladas, mis pies hacían “chof-chof” dentro de ellas... era un cromo.

De pronto apareció de nuevo “mi” francés. Volvió a darme ánimos unos metros más, pero yo no podía. ¡Me había esperado! Le volví a decir que me dejara, que no era posible entrar juntos porque iba a hacerle quedar muy mal. Se fue. Me miró unos instantes , me dijo “je suis trist”, pero se fue. Era lo que tocaba...

No quiero extenderme más. Llegué. Llegué hecha un desastre, llorando como una tonta, en el momento de llegar me cogieron calambres en los dos pies, con lo cual el capi (que había hecho un tiempo magnífico, y dentro del establecido) y Montse (que había llegado en 1h.30mn.) me cogieron casi en brazos.

Mis primeras palabras fueron: - ¿Por qué me he metido en esto?
Y después: - ¡Que alguien me ayude! - mis calambres me impedían cualquier movimiento. Me había enfriado y no podía ni andar...
Luego susurré al oído del capitán: “Quiero ver a mi francés “
...No le he visto más ni le veré en toda mi vida, pero jamás olvidaré su solidaridad.

Esta fue mi experiencia. Creo que mi problema fue creerme que podía ya no competir, sino mezclarme con corredores que entrenan mucho más que yo y que son, por lo tanto, capaces de correr 20 km con tranquilidad y dignamente. Aunque, la verdad: se retiró muchísima gente y ¡¡¡yo conseguí llegar!!!! Eso para mi es importante.

Quiero seguir entrenando y tengo varios objetivos sin ningún ánimo de competir, sino sólo de superarme: quisiera hacer la “Mar y murtra”, una de 20 km que hacen aquí en Blanes en el mes de enero, y creo que para marzo hay media maratón (21 km) en Calella. Lo intentaré.


Montse, noviembre, 1999


Josetxu Imaz murió en un accidente de autocar cuando viajaba de Pamplona a Barcelona... en el año 2001. Cosas de la vida.




2 comentaris:

Anònim ha dit...

Ostras bonica, este no te lo había leido,será que ando despistada. ¡Desde luego te pasa cada cosa! que envidia me das Felicidades por ser como eres

jaume ha dit...

Hola Arare,
No sé com corres però escrius força bé. M'ha agradat força el relat, tant que ara hauré d'anar a córrer a Donostia encara que hi plogui. Continuo llegint el teu blog, crec que m'entrentidré i, a més, escoltaré bona música.

Jaume